La enmienda a mi totalidad
Cuando la
RAE define enmendar aplica sinónimos tan evidentes como arreglar, quitar
defectos, resarcir o subsanar daños. Incluso abarca la acepción de una jerga
marina que se refiere a variar el rumbo o el fondeadero según las necesidades.
Y aporta a mi imaginación ese patrón gritando a la alborada ¡enmendamos! Este
significado quizás sea mucho más literario, si cabe, y su especificidad se
escape de cualquier estadística.
Llevo varias
semanas -meses, más bien- sufriendo una llamada de atención en mis sentidos
cada vez que escucho la palabra enmienda. Un término con un carácter,
ampliamente reparador, que es consecuencia de un acto erróneo. Por tanto, si
hay enmienda es que ha existido una acción previa fracasada.
Cuántas veces hemos escuchado eso de: “la enmienda a la
totalidad de…”, “la necesidad urgente de enmendar los desajustes de una ley de…”,
“prometo enmendar mis errores porque yo te quiero…”, “esta investigación aún
tiene cuestiones que enmendar” o “el equipo local enmendó los errores cometidos
en la primera parte”.
Nos pasamos los días escuchando o leyendo expresiones de este
tipo, a las que debemos añadir otras más corrientes del estilo: “el que tiene
boca se equivoca”, “metiste la pata hasta atrás” o como decía mi compañero
Aladino “como callar… ¡nada!”.
Nos encontramos, por tanto, ante un continuo fluir de errores
que requieren enmiendas que subsanen todo aquello que no se supo hacer, no se
debió decir o no se supo corregir a tiempo. En definitiva, somos producto de
una continua necesidad de enmienda fruto de fracasos que, en la mayoría de las
ocasiones, pudieron ser evitados.
Me explico (y me reflexiono). Un ejemplo. Antes de
aprobarse una ley pasa por numerosos procedimientos y supervisiones técnicas;
¿puede evitarse que se tengan que enmendar numerosos errores en disposiciones
de ese tipo? Otro supuesto. Las continuas malas praxis de profesionales de
diferentes sectores obligan a repetir obras, procedimientos o rutinas tan
básicas como el tener que devolver un producto en estado defectuoso por un
tratamiento erróneo del mismo (piensen en esas compras que llegan en estado no
deseado). Pero la enmienda lo aguanta todo, como el papel.
Y digo yo… ¿por qué hay que enmendar tantas cosas? Sin duda
nos encontramos ante un momento en el que errar es tan frecuente que lo hemos
normalizado. Resulta barato e incluso, en ocasiones, hasta beneficioso. No hay
ley, proyecto o declaración que se precie de serlo si no tiene detrás una
enmienda total, parcial o fraccionada en cómodos plazos. La ausencia de
responsabilidad se impone ante el etiquetaje de un certificado de calidad cada
vez más reblandecido, sin cocer. La eficacia y la funcionalidad se venden a
precio de saldo. Y hasta resultan, como dicen los castellanos, aparentes.
En nuestro país el término enmienda se mantiene presente de
manera significativa y muy activo en el vocabulario durante todo el año, si
bien en los meses de verano se reduce ligeramente. Y es que lo que pasa en
Ibiza se queda en Ibiza. Llama la atención que la mayor frecuencia de uso de
este término es en la Comunidad Autónoma de Madrid (qué coses), siendo las
comunidades del norte unas de las más damnificadas a la hora de entonar el mea
culpa. Merece la pena destacar la curiosa relación temática que los datos
arrojan al referirnos al término enmienda: el PSOE ocupa el primer puesto del top
ten seguido de cerca por un presidente de los Estados Unidos (al que la
edad puede otorgar mayor permisividad). Los diferentes tribunales de justicia
de España y Esquerra Republicana ponen el ramu a esta vinculación
nominal.
No puede faltar la puntilla para cerrar este apartado: la
salvación in extremis (como el Madrid en la Champions) del ilustre Mario
Vargas Llosa, que hoy sube a los altares de la lengua francesa, que se salva de
esta lista negra con un “yo no me arrepiento de nada” dejando a la “pobre”
Isabel sin enmienda ni remiendo.
Con todo,
podemos llegar a una conclusión: si no hay enmienda no molas y si no hay
enmiendas no tienes flow. Enmendar ye barato y si te enmiendas
totalmente eres un chollo.
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