La sonrisa de mi charcutera
Los que peinamos experiencia en forma de canas o atusamos una
barba de zorro plateado somos testigos de una generación que ha visto cambios
muy significativos en nuestras vidas.
Venimos de una etapa infantil con encerados de tizas
cuadradas polvorientas, de dos canales de televisión con puntual programación
para los más pequeños, de viajar en coche sin sillita ni cinturón en la parte
trasera y de marcar números de teléfono con seis cifras. Ese es nuestro origen.
Un origen donde todos sabíamos lo que era la “mili” o los Yoplait y su juego de
cubiertos aunque nos costaba diferenciar si algo era nuevo o lavado con Perlán.
Esos niños somo los que ahora nos obsesionamos con que la silla del coche tenga
sistema “isofix” y comemos los yogures de Coronado porque creemos que nos
sientan bien al tránsito (de la M-40)
Lo que sí teníamos claro es que si te gustaba la niña del
cuarto derecha o la hija de la carnicera, te impregnabas en una colonia llamada
“Chispas” que tiene un término adyacente y coetáneo al de “piriripi”.
Pero vamos al lío. El arte del ligoteo en España (y no hablo
de otras culturas) ha cambiado de modo significativo. Del modo celestina de mi
bisabuela que llevaba las cartas que se intercambiaban los jóvenes de las dos
casas en las que limpiaba, pasando por la invitación en el guateque con jersey
a los hombros o la mirada en los coches de choque (sin olvidar la caravana de
lo que necesitas es amor). Así hemos llegado a los tiempos del “match”.
Mi amigo Arturo un cuarentón con buen trabajo, buena vida
social, con hábitos normales y con ganas de encontrar una pareja estable, ha
optado por abrirse al campo de las Apps como herramienta para encontrar pareja
tras unos cuantos intentos fracasados de asentar su vida personal y sabedor de
un entorno laboral muy masculinizado. Eso sí, previamente como buen ingeniero
ha creado una página de Excel para conocer el rendimiento de las principales
aplicaciones y las posibilidades de éxito.
Tinder se lleva la palma en cuestión de resultados
El intercambio comunicativo de forma oral (y ya no digo
epistolar) ha sido radicalmente sustituido por el movimiento a derecha e
izquierda. Salvando las distancias, lo mismo que yo veía hacer a los tratantes
en el mercáu de ganao de La Pola. Esta novilla no, esta xatina sí. Antes se
cerraba con un apretón de manos y ahora es un “match”. Con la salvedad de que
antes te llevabas la res para casa y ahora, si no te gusta, “deshaces el
match”.
Todo sería cuestión de progreso y evolución si no fuera por
las consecuencias que trae consigo el uso de estas App, donde no es oro todo lo
que reluce. Es cierto que hay parejas surgidas por este medio que son felices…
Pero otras no supieron ni lo que eran las perdices. Más bien perdieron.
Hay informes que dejan claro que Tinder es un lugar “para
establecer relaciones afectivas y sexuales cada vez más habitual entre la
población joven”.
Pero es que la violencia sexual contra las mujeres ha
adquirido nuevas formas en los espacios virtuales de citas, haciendo que los
tradicionales modus operandi de seducción patriarcal, donde se ubica la
violencia sexual, se acoplen y se reformulen con este disfraz.
De una muestra de casi mil mujeres entre los 19-35 años
descubrimos datos que meten miedo: el 21,7% de las mujeres que tuvieron citas a
través de Tinder aseguran que “fueron forzadas a tener una relación sexual
mediante violencia explícita”. Y casi el 57,9% se han sentido presionadas para
mantener relaciones sexuales. Alrededor del 57% de las encuestadas consideraron
que alguna de sus citas las había animado a beber con el objetivo de tener sexo
(Fuente: Federación de mujeres jóvenes)
Los piropos, los desnudos o las conversaciones con contenido
sexual en las primeras interacciones con un usuario son comunes; vamos lo
normal.
Con todo esto llegamos a la siguiente conclusión. En un
espectro de edades tan amplio que incluye a mujeres jóvenes y no tanto los
resultados son similares. Quizás aquí podemos entender y cotejar la gran cantidad
de mujeres que asisten a terapias para controlar sus estados de ansiedad. Todo
va en cadena.
Y la terapia sería un mal menor. Porque la gran cantidad de
degenerado es capaz de llegar mucho más lejos. También hay que decir que no
todos los hombres que hay en Tinder son así. Cierto es. Pero cuidado hay que
tener. Confianzas las justas.
Ya se lo digo yo a mi amigo Arturo, busca la mirada, la
conversación el guiño, lo tradicional, vamos. Esa charcutera del Alimerka que
te sonríe y tiene tanta guasa, esa mocina que te cruzas en el paso de peatones
de delante de casa… Lo de tola vida, lo de barrio, lo de pueblu. Que si en
cuestiones de pareja todo ye más difícil, cuando lo único que hay son fotos por
el medio, las complicaciones aumentan y los desengaños son mayores.
Amén.
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