Quítate tú pa poneme yo
Hay una
frecuente pregunta que se le reitera a los niños casi desde los orígenes de la
humanidad: ¿qué quieres ser de mayor?
Bomberos y
policías eran las profesiones más elegidas en los años 80 por ellos, mientras
que peluquera o maestra se repartían entre ellas. Era una sociedad más
segregadora por sexos que se rompía en igualdad de opinión en aquella propuesta
de futuro que se encarnaba en ser “jubiláu/ada como mi güelu”.
Los
post-2000 ya seguían a modelos de pasarela y/o actrices o futbolistas que
comenzaban a llenar las parrillas de televisión. Hoy día, el reparto es
evidente: influencers o youtubers.
No niego que
he escuchado en cierta ocasión a algún alumno/a aventajado/a decir que quiere
ejercer de “coach”. Ahora vete y explícale a tu güelu que quieres ser
coach. Y su respuesta será ¡cuánto tengo que ver!
Desde ayer
puede que haya una nueva profesión que saldrá a la palestra entre las
elecciones de los más pequeños: jefe de protocolo.
El protocolo, una herramienta que ya inventaron los egipcios,
está más de moda que nunca y, por fin, más dispuesto a romper los moldes. Me
explico.
El rancio abolengo de los mausoleos
de camposanto que compiten con nichos lowcost es trasladado a tierra en
la corte de su majestad donde el Presidente de Colombia dice que eso de poner
frac es demasiado pa él y no se siente cómodo. Y ya está. El gallinero de los “profesionales
del protocolo” se escandalizan por tal decisión.
De esto podemos hacer una doble
lectura: mañana no se acuerda nadie de esto, por una parte. Por la otra: qué
importa más la vestimenta o la ideología que perdura tras una decisión gubernamental.
A mí, me preocupó más que se negase a hablar de la guerra en Ucrania para esconder
que es fiel a Putin. Así somos.
Pero si su hijo/a quiere ser jefe de
protocolo, anímele a ser el “tope gama” de la profesión: Jefa de Protocolo de
Ayuso. Férrea defensa numantina ante un grande de la liga de las estrellas
como puede ser el ministro Bolaños. Al más puro estilo “2 de mayo”, la
referenciada “tiró de orgullo madrileño-ayusista” para luchar contra un general
menos francés, casi consorte, de la Ministra de Defensa.
Y el país casi paró. El placaje de la
jefa de gabinete con su “por ahí no pasas” se convirtió en la noticia del día
en el país, de la semana y casi del mes. Un deporte de riesgo para la gregaria
de Ayuso que se ha ido a los medios a defender la postura cual entrenador en
rueda de prensa al finalizar el duelo.
Lo que queda claro es que lo sucedido
está más que programado y organizado por cada una de las partes. Los representantes
políticos se olvidan de arreglar las listas del paro o la educación y la
sanidad para gastar sus fuerzas en estos menesteres. Parece demagogia, pero no
lo es. Cuando el peso de lo trivial supera el del bienestar, deja de ser baja
oratoria.
Un quítate tú pa poneme yo,
que además de ser una letra de canción latina, es lema de chapa, camiseta y
póster (ahora mupi) válido para casi todos los candidatos.
El protocolo está cuando me interesa
y cuando no, se rompe. De la misma forma podría ser aquello de “tengo unos principios,
pero si no le gustan tengo otros” que atribuyeron a Groucho Marx, sin ser cosa
de él.
Así pues, quiero romper una lanza a
favor de eliminar el protocolo. Si terminamos con estos “cuentinos”, exponencialmente
crecidos, terminamos con esta política de la imagen que daña más que crea, que oculta
más que muestra y que es símbolo del populismo mental que todos portamos y que
tantos desarrollan a extremos incalculables.
Qué me importa a mi o a ti que ayer Bolaños
estuviera o no en la tribuna de autoridades al pie de la Presidenta de Madrid o
de la Ministra de Defensa. Pues a nosotros no, pero a la Jefa de Gabinete le
importaba; porque tenía órdenes. Todo está hablado: “si viene, no le dejas
pasar”. Y yo qué llevo toda la vida pensando que ceder el paso representa a las
personas educadas y de bien. Qué complejo esto del protocolo.
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